Jorge Quiroz

El ministro Eyzaguirre “corriendo”el temporal

Por: Jorge Quiroz | Publicado: Martes 29 de julio de 2014 a las 05:00 hrs.
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Acabo de aprobar un curso de “Capitán Costero”, que faculta para navegar hasta 12 millas de la costa. Uno de los tópicos fue la navegación con temporal. Como quizá sabe el lector, las olas en nuestro Pacífico suelen ser de 2 a 4 metros, pero en temporal, bien pueden llegar a 12 o más...

Para temporales, el manual da sólo dos opciones: “se capea” o “se corre”. Capear es quedarse en la posición, la vela mayor rizada, auxiliada por un “tormentín” y timón de cara al viento. Una versión extrema, algo en desuso porque uno se come todas las olas, es “capear a palo seco”, sin velas y con ancla flotante que evite la deriva. En cualquier caso, la idea es moverse lo mínimo, opción natural para conservadores. Suena fácil pero no lo es; el bamboleo es de ver, las olas pasan por la cubierta múltiples veces, y acaso lo más recomendable sea fijar el timón y guarecerse en la cabina. No es mala idea, también, encomendarse al Todopoderoso (¿quién no es creyente en temporal?).

“Correr” el temporal, en cambio, sólo para temerarios, supone seguir la dirección del mismo. Aquí se recomienda no ir más rápido que la ola, so pena de irse “por ojo”. Otro riesgo es que la dirección final termine dictada enteramente por el temporal y que el timonel caiga por la borda, por lo que se aconseja que la tripulación esté con arneses, conectada entre sí por un cabo común, la “línea de vida”. Ahí se minimiza la probabilidad de caída pero, si alguien cae... pueden caer todos.

Las analogías con las vicisitudes de la reforma educacional son evidentes. Que estamos en temporal, ya nadie lo duda; qué otra cosa si no, son los clamores por gratuidad universal, la satanización de la educación privada y los aumentos de tributos...

La anterior administración escogió, con cierta candidez, “capear” el temporal: timón a barlovento, procurando mantener la posición. Incluso, el ministro Lavín intentó “capear a palo seco”, pero, por lo mismo, las olas le pasaron por encima, dejándolo con signos de hipotermia. Los siguientes siguieron capeando pero con técnicas más modernas, con pequeños amagos de navegación pero siempre en el lugar; una concesión aquí y otra allá, en espera de la calma. Pero “el capeo” derivó en un azaroso zigzagueo a la deriva, con motín a bordo incluido. Y como bien sabemos, el temporal no cedió; la olas se hicieron enormes y los frentes se sucedieron uno tras otro. Todo lo cual nos lleva a la coalición gobernante que, emergiendo muy mareada desde el fondo de la cabina, tomó el timón, se lo pasó al ministro Eyzaguirre y le instruyó “correr” el temporal (después de eso, la coalición ha vuelto a la cabina y desde allí comenta los eventos).

El ministro va al timón, pero los demás miembros del gabinete no parecen dispuestos a unírsele por medio de “línea de vida”, así es que si cae al agua, cae solito, y bien sabemos que en nuestras frías costas, “hombre al agua” es “hombre muerto” (pero el ministro, como los gatos, pareciera tener siete vidas).

Veo con estupor que al ministro, si bien le sobra coraje, ignora los más elementales principios para correr el temporal. No sólo va sin arnés, sino que la barca en ocasiones adquiere más velocidad que el temporal mismo, a riesgo de irse “por ojo”. Desde luego, la dirección última hacia dónde se dirige ya es todo un misterio; un día hay educación privada, al otro se estatiza; un día los colegios se compran, al otro se arriendan; un día hay selección en los colegios, al siguiente no; un día hay gratuidad sólo los primeros cuatro años de universidad, al siguiente regalan hasta los postgrados... Y en cada uno de estos cambios gira la nave, con el riesgo de quedar transversal a la ola; de ahí al “hombre al agua” hay sólo un paso.

Por estos días, hay quienes sugieren hacer “borrón y cuenta nueva”, lo que viene a ser un poco como volver a capear el temporal, aunque sea por un rato. Acaso el ministro haga bien en ocupar esa tregua para un curso intensivo de Capitán Costero.

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